¿Existe relación entre nuestra glándula tiroides, nuestro intestino y nuestra microbiota?En los últimos años se han multiplicado los esfuerzos para investigar de qué manera estas estructuras se interrelacionan.
La glándula tiroides mide alrededor de 5 centímetros de diámetro, está situada bajo la piel del cuello, por debajo de la "nuez" o "manzana' de Adán. Se compone de dos mitades denominados lóbulos y están conectadas en su parte central, por el istmo, lo que le da el aspecto de una corbata de lazo. Normalmente, no se puede ver ni palpar.
Esta importante glándula, produce hormonas que regulan el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo del cuerpo humano: triyodotironina (T3) y tiroxina (T4), que se sintetizan a partir del yodo que ingerimos con los alimentos.
Por su parte, el intestino es la porción del tubo digestivo que se encarga de absorber los nutrientes y eliminar los desechos. Sin embargo, a la luz de los conocimientos actuales, sabemos que su función es mucho más amplia y compleja: juega un rol fundamental en procesos neuroendocrinos, metabólicos, inmunitarios...
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En su interior alberga una gran cantidad de microorganismos que forman la microbiota (o flora intestinal, término actualmente en desuso) Estos microorganismos cumplen funciones importantes para la salud, como ayudar a la digestión, a producir vitaminas, a estimular el sistema inmunitario y a proteger contra las infecciones.
Ahora bien: ¿Qué relación existe entre la glándula tiroides, el intestino y la microbiota?
Pues bien, estos tres elementos están conectados por un eje bidireccional que influye en su funcionamiento y equilibrio. La relevancia de este complejo sistema le ha valido que los científicos y profesionales de las disciplinas que lo estudian le denominen "Eje Tiroides - Intestino - Microbiota".
Por un lado, las hormonas tiroideas afectan directamente el funcionamiento del sistema digestivo. Si las hormonas no se producen en los niveles adecuados, pueden suscitarse alteraciones en el intestino como estreñimiento o diarrea, inflamación, malabsorción o permeabilidad intestinal aumentada (esto último significa que las sustancias tóxicas o extrañas pueden pasar a la sangre y provocar una respuesta inmunitaria anormal)
Por otro lado, la microbiota intestinal interviene en la absorción y utilización de los minerales imprescindibles para la función tiroidea: yodo, selenio, zinc y hierro son los más importantes. Una microbiota sana mejora la absorción y biodisponibilidad de estos minerales en el intestino. Además, la microbiota también puede modular la producción y el metabolismo de las hormonas tiroideas, así como la expresión de los receptores de estas hormonas en los tejidos.
Por lo tanto, se puede decir que existe una relación estrecha entre la glándula tiroides, el intestino y la microbiota, que puede influir en el desarrollo de enfermedades tiroideas o intestinales. Algunos estudios han encontrado que las personas con trastornos tiroideos, como el hipotiroidismo o el hipertiroidismo, tienen una composición diferente de su microbiota intestinal que las personas sin patología tiroidea. También se ha observado que pacientes con nódulos o cáncer de tiroides tienen una mayor diversidad de microorganismos patógenos en su intestino.
Estos hallazgos sugieren que cuidar la salud de nuestra microbiota intestinal podría ser una forma de prevenir o mejorar las enfermedades tiroideas. Para ello, se recomienda seguir una dieta equilibrada y variada, rica en fibra, frutas, verduras y alimentos fermentados como el yogur, por ejemplo. También se aconseja evitar el consumo excesivo de alcohol, azúcar, grasas saturadas y alimentos procesados. Asimismo, se puede recurrir a probióticos o prebióticos para favorecer el crecimiento de las bacterias beneficiosas en nuestro intestino, siempre de la mano de su especialista de confianza.
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